viernes, 26 de mayo de 2017

Si alguien nos espera

 
Si alguien nos espera, qué alegría nos da el saber que, entre las ilusiones y esperanzas de cada día, seremos como la Madre, jubilosa gacela por las montañas de Judea.
Llenó Dios de bendiciones la casa de Obededón por haber acogido en ella el Arca de la Alianza; pues qué bendiciones no lloverían en la casa de santa Isabel con la entrada del Arca Viva que es María Santísima. Procura tú, traer a esta Señora a tu casa y a tu alma, con reverencia y veneración, y esta Divina Señora te colmará de bendiciones.
                (Arco Iris de Paz - Fray Pedro de Santa María Ulloa, OP)
 
  Si alguien nos espera,
    ¡qué bonita resulta la vida!
 

domingo, 7 de mayo de 2017

Yo soy la Virgen del Rosario

 
 
Ya hace cien años que una Señora de brillante luz blanca, de pie sobre las ramas de una encina, se apareció a tres pastorcillos en la Cova de Iría. Era un 13 de mayo de 1917, en Aljustrel, pequeña aldea de Fátima, donde Lucia dos Santos y sus primos, Francisco y Jacinta, se hallaban rezando el Rosario mientras guardaban su ganado.
Era una hermosa Señora, vestida de un blanco resplandeciente, con un cordón de oro que, desde su cuello, llegaba hasta sus pies, esos pies que, tan levemente, parecían rozar las lanceoladas hojas de la afortunada encina. Y de sus manos, en actitud orante, colgaba un Rosario de cuentas a semejanza de perlas.
               Porque Ella se dio a sí misma ese nombre: Yo soy la Virgen del Rosario.
 
Esa Virgen blanca, de manifiesto Corazón, que trajo al mundo un mensaje: la salvación de la humanidad a través de la plegaria, la consagración a Ella, el rezo del Rosario y el sacrificio por la ansiada noticia de la paz. En la inmensidad del firmamento apareció el sobrenatural disco solar, que pintó de colores las nubes en el milagro de todo lo cotidiano.
     Porque Dios quería establecer en el mundo la devoción al Inmaculado Corazón de María.
 
                La Virgen le había revelado a Lucía: Yo no te abandonaré jamás.
 Desde esa esperanza, en la Capelinha de la gran basílica de Fátima, la Madre nos sigue protegiendo con las acurrucadas rosas de su Santísimo Rosario.