martes, 22 de agosto de 2017

Santa Rosa de Lima (y II)

 
 
Día 23 de agosto del año 1617,  y ya era de noche. El padre Lorenzana se despide de Rosa, prometiéndole que habría de regresar a la mañana siguiente, pero el fraile escucha de la moribunda estas palabras: Padre mío, esta noche, cuando comience la fiesta de San Bartolomé, he de partir para celebrar eternas fiestas en el cielo.
Esta es la orfandad que va desgarrando la vida que aquí dejamos sembrada en el surco de nuestros anhelos. ¿Quién me dará el último beso?
Recién comenzado el día de San Bartolomé de 1617, Rosa se nos marchó, dulce y transparente, infinita y oculta.  ¡Jesús sea conmigo, Jesús sea conmigo!  Tenía 31 años y una vida por delante.
Y quedó hermosa, con los ojos abiertos y claros, como cuando estaba viva. Quedó sonriente, no parecía muerta, con la vida galopando aún en sus venas.
 
Rosa bella, ataviada con la blanca riqueza de la libertad. Ya no existen las cadenas, ni quiebra tu noble amor el peso de los caminos; cerrada ya la flor, ¡ cómo me dueles, oh vida!
La Rosa, ya desnuda de espinas y tormentos, ha sido cortada por el Divino Jardinero. Sus ojos abiertos brillaban como dos luminarias, es como si dijera: - Estoy viva. Como si no quisiera apartar la vista de los que amaba y sigue amando a pesar del correr de los siglos. Un color vivo tenía su rostro y los labios teñidos de carmesí. Ella volverá con el alba.
 

 

miércoles, 9 de agosto de 2017

Santa Rosa de Lima (I)

 
 
 
Estamos celebrando el IV Centenario de la muerte de la Patrona de América, la primera santa del Nuevo Mundo.
Rosa no fue una mujer superficial, su oración se sustentaba en la fe con una purificación que nunca acaba y, en la esperanza, como el ancla del amor representado en su propia iconografía. Si el Señor había dicho que estaría con nosotros hasta el final de los tiempos, también es verdad que Santa Rosa sigue orando por nuestra Orden con gemidos inefables. Ella, a quien le fue otorgada la sabiduría y la hondura de los misterios divinos, experimentó en sí misma cómo se sentía habitada por dentro. En el hoy, continúa siendo para nosotros Rosa suplicante, Rosa oblativa, Rosa mística que, en el carisma de Santo Domingo, sabe mostrarnos el secreto para volver a nuestras raíces y al horizonte de los nuevos caminos. La luz de Dios nos sigue llegando a través de su escondida plegaria en la ermitilla del huerto.
Rosa oraba con gratitud y alabanzas. Cuando nos acercamos a la sacralidad, ya sabemos que es Dios quien toma la iniciativa, cuando quiere, dónde y como Él desea. Así sucedió en la vida de Rosa, el Dios santo y santificador le salía al encuentro para establecer en ella su más amable morada.
Para nuestra Rosa, era tan valiosa la oración, que pudiera asemejarse a la carroza que se hizo fabricar el rey Salomón, hecha con maderas de cedro, con apoyaturas de plata y oro, resplandeciente en su descanso, de púrpura eran y siguen siendo las plegarias de Rosa. Y en el centro, como en la carroza regia, una palabra tiene incrustada: Amor..