miércoles, 21 de diciembre de 2016

Mi caja de christmas




          
No tengo la menor idea de cuándo empecé a guardarlos en aquella  vieja caja de polvorones, muy larga y plana, como son largos y planos algunos sueños de mi niñez. Sólo sé que cuando se acercan estas fiestas navideñas, saco de mi interior ese ritual secreto donde duermen los recuerdos. Y estreno cada Navidad la asombrosa sensación que me proporciona abrir la caja de christmas: los tomo uno a uno, los contemplo con una risa silenciosa y, otras veces, conteniendo una lágrima de nostalgia a punto de caramelo.
 
Sí, voy mirando con parsimonia esas tarjetas navideñas que fui guardando con el paso de los años, y siento cómo unas manos invisibles (las de los seres queridos que ya se nos marcharon) abren esa caja a medio camino entre la realidad y el sueño. Este pequeño mundo contenido en mi caja es como un invernadero donde florecen las cosas bellas.
 
Abundan los christmas de Ferrándiz, me encantan, porque los personajes están cargados de ternura, ojos ensortijados de margaritas y colores vivos en la sintonía inefable de lo mágico. Todos los dibujos de Ferrándiz son una inmaculada esencia de hechizo, más poderosa que el caos y las heridas que nos va dejando el camino hacia la madurez.
 
Me atrapan los colores esmaltados, el brillante acebo, ese cielo rojo y azul con puntos de plata, el manto azabache de la Virgen y los cofres que contienen los regalos de los Magos, filigranas de vidrio y nieve a través de los cuales nos llega "aquella Luz verdadera que alumbra a todo hombre".
 
Guardo celosamente los cuadros navideños y las escenas invernales que están en la National Gallery de Londres, o los del Museo del Prado, o los del dominico Fray Juan Bautista Mayno. Otros conjuntos lo forman los editados por Unicef y los christmas de seda, suave caricia de todo un Dios incrustado en la besana de la humanidad dolorida.
 
Pero, por encima de todos, está mi aurora boreal, esa luz difusa que toma la delantera, mi renacer. Toda ella me parece azul, el agua, el cielo, mis anhelos; escena pura, inmaterial, la transparencia divina de cuando éramos niños. Seguro que a vosotros también os ha ocurrido: las cosas más sencillas son las más impresionantes. Y es que mi aurora boreal es un hondo sueño de insaciable plenitud, un beso de aguamarinas y turquesas que ofrendo cada Navidad a mi Niño Dios y a su Madre bendita.
 
En verdad que todos tenemos una caja de christmas, allí guardamos todos nuestros secretos más puros que anidan en el fondo del alma. La niñez, el amor y el espesor idílico de la Navidad que mueve el universo.
 
                                  ¡Feliz Navidad para todos!

miércoles, 7 de diciembre de 2016

Espera




                                                            

 
 
 
                            "El Pueblo que caminaba en tinieblas,
                             vio una Luz grande" (Isaías, 9)
 
El Adviento supone ese anhelo, eternamente inacabado, que produce lo amado.
Estos son días de expectativa, necesitamos permanecer despiertos porque es el tiempo de la esperanza cristiana.
 
Dos sentimientos anidan en nuestro corazón: la vigilancia ("tened las lámparas encendidas"), y el gozo de ponerse en camino. Y es que, no esperamos cualquier cosa, aguardamos al Señor de nuestras vidas, al Dios-con-nosotros.
 
                        Porque Él siempre está llegando,
                         de la manera más inesperada,
                         en el momento que jamás habríamos pensado. 
 
Oración, fe encendida, paciencia y amor, porque quien ama sabe esperar. Como nos dice la Esposa del Cantar de los Cantares:
 
                        "De noche, en mi cama,
                          busco a quien yo más quiero.
                         Parece que estoy dormida,
                         pero mi corazón vela y aguarda a mi Amor"
 
A través de la Madre, el Señor nos dará una señal. Acompañemos en silencio a la Virgen María, sintámosla muy cerca de nosotros, porque Ella es la maestra de la Esperanza.
                                          ¡Ven, Señor Jesús!




 









sábado, 19 de noviembre de 2016

Saludo y bienvenida



¡Levántate y brilla, Jerusalén!








La Alabanza ocupará eternamente nuestro tiempo.

La Alabanza será la única tarea del Pueblo de Dios.

“Ya no te vas a llamar más pueblo abatido sino que, de ahora en adelante, tu Nombre será Alabanza”  (Cf. Isaías 60,18)

La Alabanza es el tesoro escondido que puede cambiar nuestras vidas. Es mejor caminar por la senda de la Alabanza que por el camino de la continua queja y lamento.

Desde la historia de cada uno, con todo nuestro ser: Alabemos.

Tu nombre es Alabanza, el Nombre Nuevo, para ensalzar, celebrar, elogiar y amar a Dios.

Lo que necesitas en este momento  es un encuentro con el Señor.