viernes, 3 de noviembre de 2017

Ofrenda para un mulato

 
       
Desde su sencillo altar, con el rosario de madera al cuello, el santo mulato escucha cada día las mil historias que le dirigen sus devotos en nuestra iglesia conventual. Casi todas las mañanas, antes del amanecer y mientras nosotras cantamos Laudes, un estudiante anónimo de pelo rizado y mochila azul al hombro, deposita una moneda en el lampadario y, con esa pequeña luz de su ofrenda, se arrodilla junto al ara de Fray Escoba. Entre salmo y salmo, parece musitarle una plegaria cuando la ciudad va despertando para sus prisas y faenas; una especie de remanso entre la penumbra, va curando sus jóvenes heridas.
Porque San Martín de Porres ora mucho de noche, cuando nadie le ve, a ejemplo de Santo Domingo. Son más de las dos de la madrugada,y en el Convento de Nuestra Señora del Rosario de Lima, Fray Martín se arrodilla ante el gran crucifijo del coro, allí desahoga su alma con su amigo Jesucristo. Fray Martín ,centinela de la noche, sabe amar lo pequeño, este fraile dominico ( al que, los que tienen el corazón de niño quieren a rabiar), ha convertido la humildad en el centro neurálgico de toda su espiritualidad.
 Él sabe resolver problemas aritméticos, conoce la gramática y la caligrafía y el desempeño artístico de ser el enfermero de toda la comunidad ( más de 200 frailes). Barre los claustros, limpia la iglesia y las migas del refectorio, trajina de aquí para allá; también sabe usar las tijeras y navajas, no en vano es, asimismo, el barbero y peluquero de sus hermanos. Y las campanas del convento conocen el tañido de las manos suaves de este mulato que, con rosas de Castilla en una vieja cesta, es el primero en rezar el Ángelus. Y todo, todo teniendo como compañera inseparable a su escoba, tan servicial y tan íntima, signo iconográfico de su genuina santidad.
Martín sabe curar los cuerpos, como al Arzobispo de Lima cuando le impuso las manos y el prelado quedó reestablecido. Pero también sabe de la sanación de las almas, de esos milagros que suceden en nuestro interior, esos que no se ven, esos que nos devuelven la verdadera vida.
              !Fray Escoba, hermano, barre hoy todas nuestras tristezas!
 

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