Joaquín y Ana, seguidos por vírgenes con cirios encendidos, llevaron a su hija al Templo de Jerusalén. Y la pequeña María, de tan sólo tres años de edad, fue conducida ante el Gran Sacerdote quien, abrazándola, la bendijo e hizo sentarse a la niña en la tercera grada del altar, y el Señor envió su gracia sobre Ella, y Ella danzó sobre sus diminutos pies y toda la casa de Israel la amó.
Esta es la dedicación que María hizo de sí misma subiendo los escalones del Templo. Ella, la que será llamada Santuario del Espíritu Santo, toda de Dios, Reina del Universo y Estrella de la Mañana.
Pequeña Consagración, la Obediencia que siempre es una Herida de Amor.
Pequeña Consagración de Miriam: Señora, Hermosura y la serenidad del Mar amargo.
La pequeña María, un mundo sin pecado original.
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