Seguro que está sonriendo desde allá arriba, seguro que se sentirá contenta con todo esto.
Y es que, en 2017 celebramos el centenario del nacimiento de esta gran poeta que se llama Gloria Fuertes. Desde el corazón hacemos memoria de esa niña que, en el año 1917, vino a este mundo de trajines en el barrio madrileño de Lavapiés; en una familia humilde, mi padre era obrero, modista mi madre, nos dice.
Gloria siempre escribiendo, niña, mujer, poeta. Gloria, la que se ofreció y trabajó generosamente con su biblioteca ambulante, para llevar libros a los niños de los pueblos de la España de la postguerra.
Sentimental, tierna, humana, libre, esa era y es Gloria Fuertes. Grandota, con su blanco cabello recién despeinado y su corbata. Poeta de Guardia se llamó a sí misma. La que todavía sabe resucitar en nosotros ese niño que todos llevamos dentro, cuando llenó nuestras horas infantiles con su programa de televisión Un globo, dos globos, tres globos.
Yo tuve la inmensa suerte de conocerla personalmente, de abrazarla y darle besos.
Hace algunos años, celebrando el IV centenario de la Fundación de este Monasterio de Santa Catalina en Alcalá de Henares, organizamos un recital de poesía con los editores de Aldea Poética y con la presencia especialísima de Gloria Fuertes. La fecha elegida fue el sábado, 25 de abril de 1998.
La propia Gloria, espontáneamente, lo quiso dejar plasmado en nuestro libro de firmas:
Al Convento de Madres Dominicas de Santa Catalina, que rezan por nosotros, los pobres pecadores y que dejan su Casa a los poetas.
Yo les digo que hacer poesía es una manera de rezar.
La primera en actuar fue Gloria quien, con su honda humanidad , supo poner un ambiente de magia y emoción en este marco contemplativo. Estas fueron las sencillas y cariñosas palabras que nos dirigió al comienzo del recital:
Gracias a las Madres de Santa Catalina, que nos dejan su casa y su capilla para los poetas. Es la primera vez, creo, que sucede esto en España. Enhorabuena Hermanas, Madres, Monjitas. Gracias. Voy a leeros algún poema para que veáis que los poetas que andamos por la calle, yo por lo menos, estoy un poco metida en lo vuestro.
Y nos recitó cinco poemas que dejan traslucir su arraigado cristianismo, entre ellos, unos versos dedicados a nuestro hermano, San Martín de Porres:
Fray Escoba,
bárreme lo malo,
déjame lo bueno.
Finalizado el recital, pasó con nosotras un buen rato en el claustro y no hacía otra cosa más que repetirnos: Os envidio en vuestra forma de vida tan bonita.
Y ella prometió que nos visitaría la próxima Navidad, pero un cáncer de pulmón nos la arrebató el 27 de noviembre de ese mismo año, como queriendo hacer carne de su carne otro de sus poemas más famosos:
Padre nuestro que estás en la tierra (...)
Padre nuestro que sé que te vemos,
los que luego te hemos de ver,
donde sea,
o ahí en el cielo.
Gloria, la que quería comprarse a plazos una flor natural que jamás se marchitara. Mujer solitaria, humilde, que supo llevar con valentía y humor el dolor de los entresijos de lo humano.
Gloria, oculta en sus secretos y amores. Y, a pesar de la fama, tan desconocida.
Querida Gloria: ¡Qué vida tan llena la tuya! Tu poesía está transida de lo divino, como una nostalgia, como una luz clara en el fondo de tu alma.
Sí, porque Dios debe estar ahí, debajo mismo de tu corbata.